Si Coppola hubiera querido un Harker que encajara con el tono del reparto principal, no habría tenido que buscar más allá de los actores Richard E. Grant y Cary Elwes, que interpretan a dos personajes menos importantes de la condenada Lucy en esta adaptación, sin duda sobrecargada (e indiscutiblemente sobredramática). El gran drama y el intenso romance de Drácula de Bram Stoker hacen que esta adaptación sea única, pero como estos dos actores suelen ser la presencia en pantalla más carismática en todo lo que aparecen, es un testimonio de la estética y las sensibilidades muy específicas de la adaptación de Coppola que se pierdan en la mezcla. Grant y Elwes no logran impresionar entre el vampiro enamorado de Gary Oldman, la versión tonta de Van Helsing de Anthony Hopkins y la Mina de ojos desorbitados de Winona Ryder.
En cambio, la interpretación de Keanu Reeves que el público de Jonathan obtuvo se destaca precisamente porque es tan plana y sin afecto, creando así un contraste perfecto con actores como Oldman, Ryder y Hopkins. Si bien son actores talentosos y veteranos, su comportamiento colectivo de masticar el escenario podría fácilmente haberse vuelto irritante sin un hombre serio que equilibrara el proceso en Drácula de Bram Stoker. Las críticas a la interpretación de Reeves pueden haber sido duras, pero su interpretación seria cumplió un propósito necesario y, aunque no es el papel que más se roba la escena, demasiado probablemente habría dañado la película de Coppola más de lo que la ayudó.