La tensión estalló en el Palacio de la Zarzuela cuando la princesa Leonor, tras seis meses de ausencia, regresó a España solo para enfrentarse a un escándalo familiar sin precedentes. La joven heredera, que llegó el pasado lunes 9 de junio desde Nueva York, no ocultó su malestar al notar la ausencia de su abuela, la reina emérita Sofía, en su recepción. Testigos aseguran que la situación se tornó explosiva, con gritos entre Leonor y su madre, doña Letizia, quien aparentemente es vista como la responsable de esta omisión tan significativa.
El encuentro, que debería haber sido un momento cálido y familiar, se convirtió en un campo de batalla emocional. Fuentes cercanas a la familia real revelan que la princesa, visiblemente afectada, dejó claro que no apoya la decisión de su madre de excluir a Sofía de un momento tan simbólico. Este enfrentamiento no solo reaviva los rumores de una relación tensa entre Letizia y su suegra, sino que también muestra a una Leonor más madura y decidida a marcar su propio camino dentro de la monarquía.
Mientras Leonor se prepara para continuar su formación militar en la Academia General del Aire y del Espacio, el escándalo familiar pone de manifiesto un cambio generacional en la Casa Real. La joven princesa, cada vez más cercana a la figura de su abuela, parece dispuesta a desafiar las normas establecidas y a construir su propia identidad como futura líder.
El regreso de Leonor no solo marca un nuevo capítulo en su vida, sino que también subraya la creciente tensión en la familia real española. En un momento en que la atención pública está más centrada que nunca en la monarquía, la pregunta persiste: ¿estamos ante el inicio de una nueva era, donde la voz de Leonor resuena más fuerte que el control de Letizia? La situación es crítica y la mirada del mundo está fija en la Zarzuela.