Colombia se encuentra al borde del abismo económico tras la drástica rebaja de calificación por parte de Moody’s, que ha colocado al país en el punto más bajo dentro del rango de grados de inversión. Esta decisión, tomada en medio de un alarmante deterioro de las finanzas públicas, refleja la creciente preocupación sobre la sostenibilidad de la deuda del gobierno, que se proyecta seguirá empeorando en los próximos años.
La suspensión de la regla fiscal por parte del gobierno de Gustavo Petro, a pesar de no haber enfrentado un shock económico, ha sido un factor crítico en esta degradación. Expertos advierten que esta medida no solo incrementa los déficits fiscales, sino que también desata una ola de desconfianza internacional, afectando la percepción de Colombia en los mercados globales. Las tasas de interés para préstamos se dispararán, lo que afectará a empresas y ciudadanos por igual.
Moody’s se convierte en la tercera calificadora en bajar su calificación a Colombia, un golpe devastador que marca un punto de inflexión. La degradación pone a Colombia en un estado de “grado especulativo”, donde la confianza de los inversionistas se ve severamente comprometida. Esta situación no solo repercute en la economía nacional, sino que también impacta directamente a los colombianos, quienes enfrentarán un aumento en los costos de endeudamiento.
La falta de planes de austeridad y el elevado nivel de deuda han llevado a esta crisis. Las empresas, que dependen del crédito internacional, verán cómo sus costos se incrementan, lo que podría llevar a un estancamiento económico. La urgencia de una respuesta efectiva es palpable: el país necesita un plan de acción inmediato para revertir esta tendencia y recuperar la confianza de los inversionistas antes de que sea demasiado tarde. La situación es crítica y el futuro económico de Colombia pende de un hilo.