El escándalo que envuelve a la familia real española ha tomado un giro inesperado y explosivo. El rey Felipe VI ha decidido distanciarse de su suegro, Jesús Ortiz, tras comentarios despectivos sobre la venta de un palacio en Bulgaria, valorado en más de 25 millones de euros. Este conflicto no solo ha puesto en evidencia la falta de respeto del padre de la reina consorte hacia la monarquía, sino que también ha provocado la ira del monarca español, quien no tolera que se ponga en duda la dignidad de la institución.
Los comentarios de Ortiz, que cuestionan el valor de la propiedad y se burlan de la familia real búlgara, son un claro indicativo de su falta de tacto y comprensión del papel que su hija, Letizia, desempeña en la monarquía. Este tipo de declaraciones no solo son inapropiadas, sino que también pueden tener repercusiones diplomáticas, algo que ha llevado a Felipe VI a tomar medidas drásticas.
La historia de Jesús Ortiz no es nueva en el ámbito mediático. Su trayectoria como periodista ha estado marcada por enfrentamientos y controversias, desde demandas contra medios que insinuaron su ideología hasta críticas abiertas hacia la familia real. Esta actitud provocadora ha llevado a la Casa Real a exigirle en varias ocasiones que se mantenga alejado de los focos mediáticos, un consejo que parece haber ignorado.
La decisión de Felipe VI de marcar una distancia con Ortiz sugiere un intento de preservar la imagen de la monarquía y proteger a su familia de posibles escándalos. La futura reina, la princesa de León, y la infanta Sofía, no deberían cargar con el peso de las imprudencias de un abuelo que no entiende el delicado equilibrio que implica pertenecer a la familia real. Este episodio subraya la importancia del respeto y la discreción en el entorno de la monarquía, donde cada palabra y acción cuenta. La situación es un recordatorio de que la dignidad de la institución debe prevalecer sobre las controversias familiares.