El mundo del merengue se encuentra en estado de shock tras la trágica muerte de Ruby Pérez, ocurrida hace solo diez días en el desastre del Jetset, que cobró la vida de 221 personas. Hoy, su fortuna, estimada en 5 millones de dólares, se convierte en el centro de atención, revelando un legado que sorprende a todos. Desde sus inicios humildes en Bajos de Aina hasta convertirse en un ícono mundial junto a Wilfrido Vargas en los años 80, Ruby no solo conquistó corazones con su música, sino que también construyó un imperio económico.
Conocido por éxitos como “Buscando tus besos” y “Enamorado de ella”, su carrera no solo llenó pistas de baile, sino también sus bolsillos a través de giras y royalties. Su estilo de vida reflejaba su éxito: inversiones en bienes raíces y vehículos de lujo, aunque siempre mantuvo una discreción inusual en un mundo donde la ostentación es la norma.
Ahora, sus siete hijos, incluyendo a Zulinka, se enfrentan a un futuro incierto y a la presión de gestionar una herencia sin un testamento claro. La lucha por preservar su legado musical y financiero se torna cada vez más urgente. ¿Quién heredará este imperio? ¿Cómo manejarán la riqueza y el nombre que resuena en millones? La tragedia ha detenido su viaje, pero su música sigue vibrando con más de 1,3 millones de oyentes mensuales en Spotify, lo que garantiza ingresos constantes para su familia.
Mientras sus canciones continúan sonando, la pregunta persiste: ¿cómo se reparte la fortuna de un ícono? La familia Pérez debe decidir si vender, alquilar o conservar las propiedades que Ruby dejó, cada una impregnada de recuerdos y emociones. La herencia no es solo financiera; es un legado emocional que impactará la vida de sus hijos.
La muerte de Ruby Pérez no solo dejó un vacío en la música, sino que también abre un debate crucial sobre el valor del legado y el amor en medio del dolor. Su fortuna es un testimonio de su historia, pero la verdadera riqueza está en cómo su familia elegirá honrar su memoria.