**ANTES DE LA USB: EL GRITO QUE ENCENDIÓ A MÉXICO**
Apenas 24 horas después de la desaparición de cinco músicos del grupo norteño Fugitivo, el país entero se vio sacudido por el horror y la indignación. Los artistas, que habían dejado una huella imborrable en un evento en Reynosa, Tamaulipas, fueron reportados como desaparecidos el domingo 25 de mayo de 2025, y su silencio se convirtió en un grito de justicia que resonó en todo México.
La tragedia comenzó cuando abordaron una camioneta GMC Yukon negra tras un espectáculo, pero nunca llegaron a su destino. A las 22:17, sus teléfonos dejaron de emitir señal. La inacción de las autoridades fue devastadora; el protocolo de búsqueda no se activó hasta horas después, dejando a las familias en la incertidumbre y el dolor. Ante la indiferencia oficial, el lunes 26, ciudadanos y músicos bloquearon el puente internacional Reynosa-Hidalgo, exigiendo justicia con pancartas que clamaban: “Ser músico no es una sentencia de muerte”.
La búsqueda se intensificó rápidamente, y el comisionado nacional de Seguridad Ciudadana, Omar García Harfuch, tomó el control del caso. La escena del crimen fue descubierta en una ladrillera, donde se hallaron huesos y teléfonos destruidos, revelando el horror de una ejecución planificada por el crimen organizado. Las pruebas apuntaban a una confusión mortal entre facciones del cártel del Golfo, donde los músicos pagaron con su vida por tocar en el escenario equivocado.
La respuesta se volvió un movimiento social. En todo el país, se realizaron vigilias y protestas, y figuras del mundo musical exigieron cambios urgentes. Harfuch, sin dudar, declaró que este no fue un crimen aislado; fue un ataque a la cultura misma. El clamor por justicia y seguridad para los artistas se intensificó, y el llamado a legislar para proteger a los músicos resonó en el Congreso.
La historia de Fugitivo no solo es una tragedia, es una llamada a la acción. No se trata solo de recordar a cinco artistas, sino de luchar por un México donde la música no sea un riesgo mortal. La pregunta persiste: ¿hasta cuándo permitirá el país que el silencio ahogue el arte? La urgencia por justicia y cambio nunca ha sido tan crítica.