La gran amenaza de Estados Unidos no es Rusia, sino China. Esta afirmación, contundente y provocativa, refleja un cambio de paradigma en el análisis geopolítico contemporáneo. En un reciente debate, la historiadora Margarita Torres destacó que el liderazgo de Estados Unidos, bajo la administración de Trump, busca reafirmarse en un contexto de creciente tensión global, particularmente en el conflicto entre Israel e Irán.
A medida que la OTAN se prepara para aumentar su gasto militar al 5% del PIB de sus miembros, la pregunta que surge es: ¿qué significa esto para la geopolítica mundial? Torres argumenta que esta decisión es una manifestación del poder estadounidense en un momento crítico, donde se intenta frenar el avance de potencias rivales, siendo China la principal preocupación. A diferencia de Rusia, cuya influencia se percibe como más limitada, China juega un juego a largo plazo, utilizando su astucia para posicionarse estratégicamente en medio de las crisis globales.
El papel de China en el conflicto entre Irán e Israel ha sido sutil pero significativo. Mientras que Estados Unidos se ha visto obligado a lidiar con múltiples frentes, China ha mantenido una postura calculada, observando y esperando. Esto resalta una diferencia fundamental en la mentalidad de las potencias: mientras que Estados Unidos busca soluciones inmediatas, China se enfoca en el futuro.
Torres también subraya la debilidad de Europa en este panorama, indicando que el continente parece más dividido y menos capaz de actuar como un interlocutor fuerte en el ámbito internacional. La falta de liderazgo europeo podría tener consecuencias graves en la forma en que se desarrolle el conflicto en Oriente Medio y en la respuesta global a la amenaza china.
En resumen, la geopolítica actual se encuentra en una encrucijada. La amenaza china se perfila como el desafío más grande para Estados Unidos, mientras que Europa lucha por encontrar su voz en un mundo cada vez más polarizado. La historia nos enseña que los momentos de crisis a menudo revelan la verdadera naturaleza del liderazgo. La pregunta que queda es: ¿estamos preparados para lo que viene?