Israel ha intensificado sus operaciones militares en Siria, llevando a cabo ataques aéreos que han desmantelado estructuras clave del ejército sirio. Bajo el liderazgo del primer ministro Benjamin Netanyahu, el país busca consolidar su influencia en una región marcada por la inestabilidad. La reciente escalada de violencia se enmarca en un contexto geopolítico complejo, donde las decisiones de Israel no solo responden a amenazas inmediatas, sino también a una estrategia más amplia de dominación regional.
Los ataques israelíes han tenido como objetivo la jefatura del Estado Mayor sirio y otros puntos estratégicos, en un intento por desarticular las capacidades militares de un gobierno debilitado por años de guerra civil. Esta estrategia se apoya en la premisa de que un Siria fragmentada y debilitada podría facilitar la creación de un “Gran Israel”, un concepto que ha ganado fuerza entre sectores radicalizados de la política israelí. Netanyahu, enfrentando presiones internas y acusaciones de corrupción, parece ver en esta ofensiva una oportunidad para reforzar su posición política.
Sin embargo, la situación no es sencilla. Irán, un adversario clave de Israel, ha demostrado su capacidad para llevar a cabo ataques contra el territorio israelí, poniendo en entredicho la eficacia de su famoso sistema de defensa, el Domo de Hierro. A pesar de los logros tácticos, la capacidad de Israel para mantener una guerra prolongada es cuestionable. La historia reciente sugiere que, aunque Israel puede realizar ataques puntuales con éxito, una guerra de desgaste podría agotar sus recursos y poner en riesgo su seguridad.
La falta de un liderazgo claro en la Unión Europea y el papel de Estados Unidos en la región añaden otra capa de complejidad. Mientras Europa enfrenta divisiones internas y un liderazgo débil, la dependencia de Israel en el apoyo estadounidense se hace más evidente. La situación en Oriente Medio es volátil y, a medida que Israel continúa su campaña militar, el riesgo de una escalada mayor se vuelve inminente. La comunidad internacional observa con preocupación, mientras la posibilidad de un conflicto más amplio se cierne sobre la región.