Un tiroteo devastador ha sacudido la escuela primaria Robb en Uvalde, Texas, dejando un saldo trágico de al menos 21 muertos, incluidos 19 niños y 2 docentes. El atacante, identificado como Salvador Ramos, de 18 años, ingresó armado con un fusil AR-15 y comenzó a disparar indiscriminadamente en el aula, causando una masacre inimaginable en el penúltimo día de clases antes del verano.
El gobernador de Texas, Greg Abbott, confirmó la identidad del tirador y ha estado proporcionando actualizaciones constantes sobre la situación. En una conferencia de prensa, describió el ataque como “horrible e incomprensible”. La comunidad de Uvalde, un pequeño pueblo de apenas 16,000 habitantes, está en shock mientras los padres llegan a la escuela en busca de respuestas sobre el destino de sus hijos.
Ramos, quien había sido un alumno conflictivo y pasaba la mayor parte de su tiempo solo, había dejado la escuela en los últimos meses. Antes del ataque, envió una foto de su arma a un ex compañero, advirtiendo que “se veía diferente ahora”. Tras el ataque, fue abatido por la policía después de un intercambio de disparos.
Los hospitales locales están atendiendo a varios heridos, y se teme que el número de víctimas mortales pueda aumentar. Mientras tanto, la propuesta del gobernador para armar a los docentes ha desatado un intenso debate sobre la seguridad en las escuelas.
El presidente Joe Biden ha expresado su indignación, instando a la nación a actuar frente a la epidemia de violencia armada que afecta a Estados Unidos. La comunidad de Uvalde se enfrenta a una tragedia que deja cicatrices profundas, mientras el país sigue lidiando con el dolor de la violencia en las escuelas. La pregunta que resuena es: ¿qué se necesita para detener esta ola de terror?